Introducción

Carlos Pineda

 

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I

La cultura siempre ha tenido como base de su desarrollo el diálogo entre sus partes y actores, aderezado siempre, de modo casi obsesivo, con sus muy necesarios cismas y desencuentros. Así entonces, no es de extrañar que ya en la antigüedad clásica, en la orchestra (espacio circular al aire libre donde se representaba eso que ahora llamamos teatro) convivieran en tensión creativa, para dar vida a la tragedia clásica griega, las más diversas artes y oficios: el canto y la danza del corifeo, la poesía, la mímica, el mito, las mascaradas, la política, etc.

Explorando desde la escritura esta misma necesidad de inclusión de otros paradigmas artísticos, el poeta Simmias de Rodas, cerca del 300 a.C., compone una serie de poemas “gráficos”, que han llegado hasta nosotros gracias al poeta sirio Meleager de Gadara, quien los compila en el siglo I a. C. bajo el término genérico de Technopaegnia:

Textos visuales que exploran, se expanden en el espacio, para expandir a su vez su significado lingüístico: la escritura “descubre” mejor, recuerda, que al inicio, como hasta ahora mismo, es trazo y por lo tanto elemento pictórico, desnaturalizado si se quiere pero ¿acaso no una pinta cuando escribe? El poeta de Rodas se convierte, así, por virtud de lo lúdico y la criptografía, (con la salvedad del tiempo y las intenciones obvias que se imponen) en lo que la vanguardia y las múltiples post-neo-vanguardias llamarán primero caligrama, poema concreto, semiótico, espacial, figurativo, gráfico, etc. para después utilizar un término más amplio e incluyente:
poesía visual.

Entonces, en términos generales, debemos considerar al poema visual como una forma literaria – plástica experimental que busca la unión armónica, no necesariamente equitativa, pero sí con un mismo fin semántico – estético, en la que la imagen, el elemento plástico en todas sus facetas, técnicas y soportes, se “mezcla”, sufre una suerte de “transubstanciación” con la palabra; y ésta, aunque no siempre deja de ser sólo un elemento específicamente lingüístico revela su dualidad original para ser, también, una expresión plástica, arquitectural.

Esta necesidad de convertir la suma de las diversas expresiones artísticas del espíritu y la inteligencia humana en un arte “absoluto”, se bien se desarrolló ampliamente en el Renacimiento, ve un punto álgido a mediados del siglo XIX con la publicación en Leipzing, en 1849, de Das Kunstwerk der Zukunft (La obra de arte del futuro) libro en el que Richard Wagner describe a la ópera como Gesamtkunstwerk, “obra de arte total”, en la que pretendía unificar de modo equilibrado a la música, la canción, la danza, la poesía, las artes visuales y las escénicas.

Despuntando el siglo XIX, en plena efervescencia de las vanguardias: futurismo surrealismo, dadaísmo, creacionismo y demás ismos, Guillaume Apollinaire publica en 1918 su libro Calligrammes cerrando, de un modo simbólico, el círculo abierto por Simmias de Rodas, y actualizando la función gráfico – espacial de la palabra poética. Bien pronto el poeta mexicano, José Juan Tablada, publica en Caracas en la Imprenta Bolívar Li Po y otros poemas (1919). A partir de este momento se desarrollará está poesía en modos insospechados por la vanguardia histórica: en Brasil con la poesía concreta; a la par de Argentina, Uruguay y otros países latinoamericanos.

Como apresuradamente hemos visto, la por algunos pregonada ruptura innovadora de la tendencia actual a la inter – transdisciplina artística, es asunto viejo; lo nuevo, no es el concepto en sí, sino más bien las herramientas que, aquí sí, por primera vez en la historia del arte y la literatura, pueden ayudar al creador a borrar las costuras de su Prometeo estético (pienso en Shelley). Ahora nuestro híbrido artístico literario asimila, genéticamente, ad ovo, y de modo ecléctico, las características, estrategias y lenguajes de lo que considere útil (incluso en su inutilidad) para expresar su visión del mundo.

II
La “tradición de ruptura” en la poesía mexicana, inicia con el vanguardismo aportado por el Estridentismo; sin embargo, es José Juan Tablada con sus caligramas y posteriormente Octavio Paz con los topoemas quienes logran abrir una fisura significativa en la poesía discursiva, explorando las posibilidades gráficas de la palabra.

A partir mediados de los años setenta, tanto poetas como artistas plásticos se comienzan a interesar (de modo sistemático, no asilados) en producir híbridos lingüístico-plásticos: poemas visuales. Estas propuestas de innovación estética, formal y genérica tuvieron como foro de convivencia y exploración las Bienales Internacionales de Poesía Visual – Experimental en México, realizadas entre 1985 y 2009. En estos eventos se expuso y produjo poesía visual de muy diversa índole que refrescó a la tradición aportando nuevos modos de leer la poesía y de observar a la plástica, explorando nuevos modos de ampliar el impacto estético en la recepción de lector/ observador a través de la producción de híbridos que si en aquellos años eran una singularidad, hoy día son parte fundamental de todo historiografía literaria.

Así, esta colección Poesía Visual Mexicana: La Palabra Transfigurada busca dejar del modo más extenso posible la historia de la poesía visual mexicana. Cada libro – objeto (o si se prefiere: caja de arte) tiene un prólogo crítico realizado por un especialista teórico, así como un marco mínimo de referencia de los autores y las obras, y una breve, pero asertiva presentación crítica de la colección. De este modo los “libros” habrán de cumplir una función de divulgación y preservación de esta expresión poética; pero sin dejar de lado cierto rigor crítico en la exposición, la edición y la selección del material. Cabe aclarar que no es, ni pretende ser una edición crítica en el sentido más tradicional del término, como coordinador cuidé la selección del material a partir de parámetros estéticos e historiográficos, antes que por el nombre de los autores. Esta colección quiere ser un atisbo a la creación poética visual que se ha desarrollado en México, usualmente, al margen de la doxa literaria y artística; pretende, entonces aclarar algunos puntos oscuros en al historiografía literaria y plástica mexicana, sin ánimo alguno de dictar o excluir otras expresiones que están al margen de nuestras intenciones.

Poesía Visual Mexicana: La Palabra Transfigurada siguiendo un criterio crítico estético e historiográfico, está conformada por cinco volúmenes: tres de estos se ocupan principalmente de compilar y reflexionar acera de las obras que se presentaron en el marco de las Bienales antes referidas; el volumen cuarto realiza una mirada al pasado, para desde Tablada, recorrer los pocos pero trascendentes momentos en los que esta expresión fue utilizada por los poetas mexicanos: Paz, Renán, entre otros, hasta fines de la década de los setenta. Finalmente, el quinto volumen compila obra realizada por artistas gráficos, poetas, diseñadores... que en el último lustro, y hasta apenas ayer, han explorado los linderos de la poesía visual. A diferencia de los volúmenes anteriores, que se compilan a través de un trabajo de archivo, de gabinete, este volumen tiene la particularidad de que se conformará a través de una convocatoria nacional, a partir de la cual los mejores trabajos se publicarán; evidentemente, el equipo de prologuistas de la colección, fungirá en su momento como “jurado”. Quienes conformamos el equipo de trabajo de Poesía Visual Mexicana: La Palabra Transfigurada estamos ciertos de que es indispensable resarcir el abandono histórico de esta expresión poética; tan necesaria para completar el panorama histórico de la literatura mexicana. De igual modo, apostamos ha que su publicación estimule la creación de estos híbridos intermediales a las nuevas generaciones de poetas y artistas visuales mexicanos, ya que su potencialidad genésica ofrece lecturas inéditas del fenómeno poético – visual.

Finalmente sólo me queda justificar el por qué de hacer libros – objeto y no libros de formato tradicional. Creo que la apuesta de la poesía visual necesitaba un soporte que le ofreciera libertad de movimiento; que cada poema fuera una identidad independiente y que el “lector” pudiera reacomodar los poemas a su antojo y según su sensibilidad; esto es, que cada quien puede hacer “su” libro, su recorrido, su lectura: interactividad de papel. Cada lector decidirá la cadencia de la lectura, los valles y las hondonadas y ¿por qué no? decidirá qué se queda y qué se va... así es que si no le tiembla la mano podrá deshacerse de aquello que no considere deba formar parte de “su” libro... lo positivo de que estén sueltos, es que no tendrá que deslomar el libro, simplemente el poema en cuestión se puede ir volando por la ventana, o ser quemado, o regalado de modo independiente. Que cada quien entre en libertad plena de juicio, valor y afinidad con los poemas que son ofrecidos.

En esta Presentación quise dejar en claro los límites, alcances y aspiraciones de esta colección, para que a partir de estos parámetros se le analice, critique, lea, observe, disfrute y no se le quieran exigir cosas para las cuales no fue concebida, ni se le pidan alcances que están fuera de su intención... y se le perdonen las seguras omisiones y yerros que pudiera contener y de las cuales yo me responsabilizo. Ahora observen a la palabra que es dibujo vivo: he ahí la transfiguración de la palabra: he aquí la palabra transfigurada:


      
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Este proyecto se realizó con apoyo del Estímulo a la Producción de Libros derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación, 2012.
Estímulo de apoyo a la producción de obras literarias nacionales.